LAS ESTRATEGIAS QUE UTILIZAMOS PARA REGULAR NUESTRAS EMOCIONES, ¿SON FUNCIONALES O DISFUNCIONALES?
La vida diaria nos enfrenta constantemente a problemas, situaciones de conflicto que amenazan nuestro equilibrio emocional, nuestro bienestar.
Entre las diferentes formas de afrontar y gestionar esas emociones, podemos encontrar estrategias que resultan funcionales. La estrategias funcionales ayudan a reducir el impacto emocional, adaptarnos a la situación y aprender de la experiencia. Sin embargo, podemos utilizar otras estrategias que, aunque nos ayuden a regular la emoción en el momento puntual, posteriormente nos generan más problemas, dificultan la adaptación y alteran aún más nuestro equilibrio emocional.
Entre las estrategias disfuncionales, encontramos las siguientes.
El abandono psicológico, cuando renunciamos a actuar y controlar la situación, lo que suele generar impotencia e indefención.
El aislamiento social, cuando nos aislamos evitando el contacto con otras personas.
La rumiación, o focalización repetitiva y pasiva de nuestra atención en lo negativo, con catastrofismo y auto-inculpación.
La comparación social, cuando tomamos como referencia a los demás.
El pensamiento desiderativo, o fantasear con soluciones mágicas, que no ayudan a resolver el problema.
La inhibición emocional, o evitación de pensamientos y emociones, como utilizar sustancias psicoactivas para evadirse de los problemas y sentir un «placer» pasajero que lejos de resolver los problemas, los aumenta.
La descarga o ventilación, cuando llevamos a cabo conductas emocionales como llorar o gritar, para modificar el estado de ánimo, pero sin otra estrategia para resolver el problema.
La confrontación, cuando mostramos emociones negativas ante las personas que consideramos responsables de nuestros problemas.
Estas estrategias de regulación emocional son disfuncionales, porque no facilitan la adaptación a largo plazo, aunque permitan mitigar el impacto emocional a corto plazo.
Otro tipo de estrategias, las funcionales, nos permiten resolver el impacto emocional de las emociones asociadas a los conflictos, y aprender formas de resolver los problemas a corto y largo plazo, facilitando la adaptación de la persona a su entorno.
Algunas estrategias funcionales son:
El afrontamiento directo, o acciones instrumentales centradas en la resolución de los problemas.
El apoyo social, como la búsqueda de contacto con otras personas para obtener ayuda instrumental, informativa o emocional.
La aceptación, cuando asumimos la situación y las emociones asociadas.
La atención a lo positivo, centrando la atención en los aspectos positivos de las experiencias.
La reevaluación positiva, cambiando el punto de vista sobre la situación o el conflicto.
La regulación fisiológica, con la que generamos control activo sobre el estado de ánimo mediante actividades como el ejercicio o la relajación.
El autocontrol, que nos permite minimizar o postergar la respuesta emocional en situaciones en las que sea necesario.
Las emociones contrarias, afecto y humor, cuando provocamos respuestas emocionales alternativas y contradictorias, para mejorar la experiencia en la situación.
La expresión regulada, que permite una expresión franca de pensamientos y sentimientos.
Como vemos, existen múltiples estrategias de regulación para la gestión de nuestras emociones; unas ayudan a resolver las emociones a corto plazo. Otras ayudan a resolver las emociones a corto plazo y los problemas a largo plazo. Y tú, ¿qué estrategias utilizas: funcionales o disfuncionales?
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